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Intervención del Presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández

06/06/2018
Clausura de la XVI Bienal nacional La gastronomía y la pintura, de Casa Consuelo

Gracias por haberme concedido su medalla. Es lo primero que debo decir y quizá también lo más importante.

Verán, a estas alturas ya he desarrollado una clasificación particular de los discursos públicos. Por ejemplo, están los reivindicativos, un punto declamatorios, en los que uno insta, exige o reclama, cualquiera de los verbos al uso en la jerga del politiqués. Otra categoría la forman los expositivos, esos en los que con prosa esdrújula y sesuda, con mucha barba, se trata de exponer una tesis con ademán conferenciante. Luego tenemos los introspectivos, anudados con bucle intimista y, en fin, por no exponer todo el muestrario, también están los de acción de gracias. Son los que corresponden a actos como el de hoy, donde lo mejor y más honesto que uno puede hacer es agradecer sinceramente la distinción que recibe.

Conocí Casa Consuelo, restaurante de carretera ribereño con la nacional 634, muchos años antes de que la autovía ofreciese un trazado alternativo, cuando viajar al occidente —o desde el occidente— requería un buen estómago para las curvas; en especial, en el otoño, cuando calzada se alfombraba -verde, ocre y resbalosa- de hojas de castaño. Los restaurantes de carretera tenían el mismo uso funcional que ahora, con dos acciones aparentemente contrapuestas: por un lado, repostar; por otro, aligerar. La diferencia entre Casa Consuelo y los demás es que Casa Consuelo no la encontrabas al azar ni era intercambiable por la siguiente opción, por aguantar un rato más dentro del coche: a Casa Consuelo venías a propósito; venías con dolo, premeditación y gula.

Todo aquello convertía a Casa Consuelo en un hito en la ruta. El viaje iba mal o bien, faltaba mucho o quedaba poco, según uno estuviera lejos o cerca de este lugar. Perdonen, pero yo no sabía apenas nada de la tradición familiar iniciada en 1935 y muchísimo menos, sequía de mal bebedor, de que su bodega guardara un tesoro de leyenda con alardes de toscanos, burdeos y riberas de Duero. Mi conocimiento, humilde y proteico, era que aquí se comía de maravilla. Decías pescados a la plancha o verdinas con marisco y quedabas huérfano de adjetivos. Lo que hemos comido, que resumiría Josep Plá.

En 1987 iniciaron la bienal La gastronomía y la pintura, y a partir de entonces Casa Consuelo empezó a ser renombrada también por su pinacoteca. Digamos que aquí se ofrece doble arte sobre mantel de lienzo: comida y pintura. Si esta intervención perteneciera a la categoría conferenciante, ahora debería adentrarme en la histórica vinculación entre la pintura y los fogones, con referencias a Mateo Cerezo, Caravaggio o cualquier otro maestro. O, aún más sencillo, enredarme en la frecuentada relación de literatura y cocina. Pero ya he dicho que lo mejor que puedo hacer hoy, en mi condición de presidente del Gobierno de Asturias, es darles las gracias. Explico por qué: donde antes había un buen restaurante, ahora hay un gran restaurante, un gran hotel y una gran pinacoteca, con obras de Miguel Galano, Fernando Redruello, Álvaro Delgado, Carlos Sierra y Vicente Pastor, entre otros. Es decir, el atractivo de Casa Consuelo —y, por extensión, de Otur, de Valdés y de Asturias— se ha agigantado y multiplicado. Ahora que tanto invocamos la capacidad emprendedora y el buen hacer empresarial, helo aquí.

La lista de distinciones recibidas por Casa Consuelo es muy larga. Premio Nacional de Hostelería, Faba de Oro, Cucharón al Buen Guiso Marinero, etcétera. Todas merecidas. Con semejante patrimonio, no extraña que este lugar se haya convertido en una seña de prestigio para Asturias. Cuando tanto hablamos de reforzar nuestra oferta turística y subrayamos el atractivo gastronómico del Principado, recordemos este ejemplo de cómo hacer bien las cosas. Es bueno resaltarlo en el occidente costero, una de las zonas con mayor potencial de Asturias, donde cabe imaginar un potente desarrollo turístico durante los próximos años a cuenta de la mejora de las comunicaciones, del buen estado del litoral y del prestigio de establecimientos como Casa Consuelo.

Voy concluyendo esta acción de gracias. Quiero hacerla extensible a quienes me acompañan en los reconocimientos:

   - A los cocineros Paolo Casagrande, Luis Alberto Martínez, y Diego Fernández

   - A José María Rubio, ex presidente de la Federación Española de Hostelería y Restauración.

   - A los periodistas Luis María Alonso y Patricia Álvarez.

   - A la bodega López Heredia.

   - A los artistas fallecidos Alejandro Mieres y Rodolfo Pico.

   - Y, evidentemente, de modo especial a Guillermo Simón Gallego, galardonado con el II premio Jesús Villa Pastur por la obra La tempestad.

Aún me queda un agradecimiento final. Es el mayor, el que merecen Mon y Álvaro, los hermanos que dirigen hoy Casa Consuelo. A ellos, mi enhorabuena, con un recuerdo especial para Araceli, la esposa de Álvaro, recientemente fallecida y reconocida como una de las grandes guisanderas de Asturias. Todas mis palabras en este acto son, en buena medida, no sólo un homenaje a su buen hacer en los fogones, sino también a su cordialidad y su categoría personal.

En su memoria, muchas gracias a todos. 

 

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