Con denominación específica desde el año 1990, la faba asturiana es un ingrediente fundamental en el recetario asturiano.
Se trata de una judía seca de la variedad granja asturiana, que presenta las siguientes características: tallo de porte indeterminado y entrenudos largos; vaina de color verde, lisa y de perfil alargado; grano oblongo largo y aplanado, de fondo blanco con una longitud mínima de 18 milímetros.
Su grano, una vez cocinado, se presenta entero, con piel lisa, albumen blando, mantecoso al paladar y poco o nada granuloso y harinoso.
El cultivo y recolección se hace con esmero, y se oferta al consumidor en saquetes, con embutidos o en platos cocinados listos para su degustación.